Antes incluso de hacer la crítica de la última película que he visto en el cine prefiero descargarme insultando hablando sobre un grupo de adolescentes que eran gilipollas estaban sentadas cerca mía y que me impidieron disfrutar de la película todo lo que hubiera sido deseable.
Felices y contentos íbamos mi novia y yo cargados de palomitas y refrescos a nuestros asientos de la sala 20 del Nervión Plaza para disfrutar de una película presumiblemente alegre y divertida como era "Mamma mía!". Cuando un rato antes, la cajera nos preguntó si nos parecía bien colocarnos en el centro de la fila 13 y nosotros aceptamos sin más, no teníamos ni idea del error tan grave que estábamos cometiendo.
Mientras ojeábamos una revista gratuita de cine, un escandaloso grupito de adolescentes se sentó justo detrás nuestra. En aquel momentó intuí que probablemente iban a molestar un poquito… pero me quedé corto.
Cuando empezó la película y sonó la primera canción de ABBA, sus ya habituales cuchicheos y risas se convirtieron en canto… ¡cantaban en voz alta! Ante esto me di la vuelta para llamarles la atención, y aunque no dije nada, sólo las miré, dejaron de cantar en ese momento. Fue un espejismo, ya que, en el resto de canciones volvieron a cantar aunque con un tono más bajo.
Sus risas y comentarios no cesaban… se reían hasta de lo que no tenía gracia. Especialmente molesta era la voz de una de ellas, profunda y ronca, que parecía consumidora habitual de aguardiente y tintorro.
Cuando ya todo se había resuelto en la película y estaba prácticamente terminada sonaron más canciones de ABBA, y las niñatas, ni cortas ni perezosas volvieron a cantar en voz alta y tocando las palmas.
Dos de las más escandalosas, las muy ignorantes, bajaron antes de tiempo creyendo que ya había terminado la película. Pude observar entonces sus perfiles en la oscuridad, una de ellas era menuda y la otra parecía tener el doble algo más del peso recomendado para su edad, juntas parecían el logotipo de Cuatro.
Sus padres tendrán que estar muy "contentos" con ellas. Los infelices demuestran ser inútiles a la hora de educar a una hija y el resto tenemos que sufrir las consecuencias.
En cualquier caso, de todo lo malo se aprende, y lo que he aprendido es que no es para nada recomendable ir al cine por la tarde. Mejor ir por la noche cuando es menos probable encontrarte con gente así.
El cine es bello