
Hace justo diez años tuvo lugar la rotura de la balsa de decantación de los desechos de la mina de Aznalcóllar. Supuso el mayor desastre ecológico de Europa tras el accidente de Chernóbil y fue equivalente a 100 vertidos del 'Prestige'.
Un motivo importante para avergonzarnos los andaluces es el hecho de que en nuestra tierra se admita lo que en nigún país europeo se admite. La balsa de Aznalcóllar es un ejemplo de ello, pero también lo son las balsas de fosfoyesos en Huelva o el cementerio nuclear de El Cabril, y ahí siguen. Seguimos sin aprender.
Ahora con el décimo aniversario todos (cada uno a su forma) recuerdan la historia y hacen balance. La Junta de Andalucía y todos los medios de comunicación afines hacen una lectura (cómo no) positiva, y autocomplaciente, congratulándose por la buena recuperación de la zona afectada realizada a lo largo de este tiempo. Muy distinta sin embargo es la posición de los ecologistas, a los cuales, por cierto, no se les hizo ningún caso cuando denunciaron el estado de la balsa antes del desastre. Según éstos, el corredor verde que se construyó para regenerar el cauce del río Guadiamar está abandonado por las administraciones, ya que, todavía está esperando la ampliación que necesita. Además, denuncian la existencia de bastantes focos de contaminación que aún persisten en la zona tras diez años.
Mientras tanto, la empresa dueña de la balsa en cuestión, Boliden-Apirsa, no ha pagado todavía ni un solo euro por su negligencia, ni tampoco ha aportado absolutamente nada para la limpieza y regeneración de la zona. Tras diez años, la Junta y la empresa Boliden siguen de litigios... ¡¡QUÉ VERGÜENZA!!