Es una realidad, desgraciada pero cierta, que los partidos de ámbito estatal instalados en Andalucía (PSOE, PP e IU) han absorbido por completo el espacio político andalucista. Éstas formaciones se han autoproclamado, cada una a su peculiar forma, defensoras del andalucismo con el objetivo de ganar el espacio político que en los primeros años de la transición ocupaba el antiguo PSA y posteriormente el PA.
Está visto que el andalucismo como concepto o ideología es tan amplio y tan difuso que cualquiera puede usarlo y asumirlo simplemente añadiendo ciertos matices a su discurso político habitual.
El mensaje que los diferentes partidos andalucistas han transmitido este tiempo no se ha diferenciado en muchas ocasiones del que ya ofrecen otras opciones políticas. Para ser federalista, por ejemplo, no hace falta ser andalucista pues ya hay formaciones políticas estatales (IU y ciertos sectores del PSOE) que ya defienden este modelo de estado. Y tampoco hace falta ser andalucista para recurrir al discurso del agravio comparativo con respecto a otros territorios pues eso ya lo hacen muy bien el resto de fuerzas.
Quizá haya llegado el momento de apostar por la calidad, en vez de por la cantidad, y por el único espacio político que ninguna otra fuerza política es capaz de arrebatar, el nacionalismo andaluz sin complejos.
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