Estamos en la época del año en la que poco a poco todo va volviendo
a la normalidad. Como no podía ser menos, el curso político también
está ya engrasando las máquinas con la vista puesta en las próximas
elecciones andaluzas y generales.
Desgraciadamente, desde el nacionalismo andaluz las elecciones no se
ven con ilusión, sino más bien con temor. Las perspectivas no son
buenas, y los máximos dirigentes de las diferentes formaciones
políticas andalucistas lo saben. Los nefastos resultados de las
municipales son sólo un preludio de lo que puede pasar el próximo año.
Hay dos factores que están marcando la política actualmente: el
bipartidismo, del que se puede decir ya que se trata de algo más que
una tendencia, y la abstención, reflejo del cansancio de la población
hacia una clase política con la que no se sienten identificados.
Actualmente el andalucismo no resuelve ninguna de estas dos
cuestiones: no es capaz de alzarse como una alternativa atractiva ante
los ojos de los ciudadanos, y tampoco ha hecho nada para avanzar en la
regeneración democrática que tanto necesita la clase política.
Para paliar estos defectos, pero sobretodo, para minimizar el
previsible descalabro electoral, las diferentes fuerzas nacionalistas
han hecho tímidos intentos por entenderse. Tenemos constancia que
durante este verano ha habido reuniones para acercar posturas y cuyo
objetivo final podría ser la unión total de todas la fuerzas políticas
andalucistas.
Las noticias que tenemos es que aún está todo muy verde. Hay poca
valentía y demasiadas diferencias casi siempre relacionadas con la
distribución de fuerzas o la presencia de determinados personajes en el
futura e hipotética formación política.
Por todo ello nos tememos que sólo una soberana cura de humildad en
forma de batacazo electoral podrá hacer que aflore la valentía para
construir desde cero una coalición política que consagre, al fin, la
unión de todos los nacionalistas andaluces.
Los Nuevos Tartesios
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