"Es más fácil traducir Alcántara con el sentido propio de la palabra que con su sentido figurado, el revelador de una larga historia. Alcántara, en árabe significa el puente (fonética árabe Al-Qantara). Varios puentes de España llevan este nombre, así como una ciudad fronteriza con Portugal en la región de Extremadura. Antiguos escritos testimonian de la existencia del puente Alcántara (todavía existente) que juntaba las dos orillas del río Tajo de la ciudad de Toledo, otros desaparecieron o fueron desbautizados como el puente Alcántara Del Darro de Granada o la fortaleza Alcántara de Valencia destruida por las inundaciones en el año 1080... Lo que yo escucho en 'Alcántara' es el verbo 'cantar', o sea un puente que se conjuga 'cantara' en el tiempo futuro. Una historia que suena como un canto para la humanidad.
Todo empezó un día en Granada, que fue el día de mi primera visita de la Alhambra. Mi historia es muy diferente de la de Abderrahman primero, único sobreviviente de la dinastía Omeya, quien se encontró en Córdoba por una feliz casualidad cuando estaba huyendo de la masacre de su familia en Palestina por el Califa Abasside de Kufa. Entonces como para honrar la memoria de sus antepasados, Abderrahman primero realizó su sueño, el de fundar una civilización que durará 8 siglos: Al-Andalus. Él fue iniciador de un reino de tolerancia que tuvo como capital a Córdoba durante los tres primeros siglos. Después de la caída de la dinastía Omeya, en el siglo X, Andalucía conoció una sucesión de varias dinastías, la de los Almohades, para luego volverse en una constelación de principados 'El Reino de los Taifas' que permanecerá hasta la caída de Granada en el año 1492. Este mismo año, el Sultán Boabdil entregó las llaves de la Alhambra a los Reyes Católicos: Fernando de Aragón e Isabel de Castilla.
Hace tiempo que la naturaleza invadió el Alhambra, como para conjugar el olvido de las vidas anteriores con el soplo de los vientos a través de los cipreses, los reflejos verdes en el intersticio de las murallas, el canto de los pájaros, el murmullo de las fuentes, el juego de sombras y luces que se dejan vislumbrar entre las bóvedas y las arcadas. Así como los fragmentos de poesía grabados sobre las paredes, como para tatuar la memoria de estos lugares, a los cuales se da la vida cuando uno entremezcla su voz. Le doy las gracias a Ibn Zumruq, poeta de la Alhambra. Su poesía todavía perdura intacta en mis recuerdos y me sumergió en mi infancia marroquí en Fez, en el momento de las veladas familiares cuando se cantaban poemas viejos de cinco siglos. Como también rindo un homenaje al canto de mi abuela Lala Fatima, quien murmuraba estos cantos cuando bordaba, como una confidencia que nos llegaba de Andalucía. Para atravesar el sentido figurado de la palabra Alcántara, hubiera sido necesario que los poemas de Ibn Hazm, Ibn Bajja (Avempace), Ibn Arabi, Ibn Zaydoun me hubieran abierto el camino. De aquí, nació en Granada mi pasión para la música y la poesía arabigo-andaluza, que ya me resultaba familiar, pero me faltaba descubrir en ellas su sentido, su propósito y su historia. Entonces me dediqué a explorar el humanismo y la riqueza de una creatividad literaria y poética intensa. Me remontaba en el tiempo, asaltada con esta ansía de conocer el origen de esta anchura de miras y así fue como me encontré en las puertas del desierto de Arabia.
Los árabes asimilaron a su paso, los conocimientos y el saber hacer de las civilizaciones bizantina, persa, mesopotamica, griega, india, china, bereber... Ellos han establecido así un puente entre las culturas, donde el conocimiento exhortando así a los creyentes a la investigación y al estudio. Estas dos causas fundamentales fueron la piedra angular del resplandor y de la estabilidad de esta civilización, particularmente en Andalucía, símbolo de la unidad en la diversidad."