Esta semana pasada ha aparecido en Francia una campaña de publicidad, en la que han colaborado los tres principales candidatos a la presidencia a la república, para combatir la exclusión de los seropositivos. Esto de la exclusión, no sólo pasa en Francia y no sólo la protagonizan gente lejana. De hecho, una de nuestras incondicionales visitantes de este blog, mi prima Mª Carmen, me contó una historia de una amiga suya -para que la contara aquí- que encaja con lo que estoy diciendo.

Esta amiga suya tuvo una pareja durante unos dos años, y al tiempo, recibió una llamada de teléfono de una amiga de su ex-pareja contándole algo que le cambiaría la vida. Su antiguo novio se estaba muriendo de SIDA. Ella inmediantamente quiso hacerse las pruebas. Por solidaridad todos sus amigos se hicieron las pruebas también. Evidentemente, todos dieron negativo excepto la protagonista de la historia.
Para mayor indignación, al tiempo se enteraron que él era consciente de su enfermedad cuando todavía salía con ella, y que nunca se lo comunicó a su pareja. Él alegó que no quería morir solo y que "a alguien le tenía que tocar". Ella, ante tal injusticia, acudió a la justicia pero no sirvió para nada. La administración no contempla ninguna ayuda para este tipo de casos tampoco.
Ella es seropositiva pero no se le ha desarrollado la enfermedad. A sus graves secuelas emocionales hay que sumar la medicación, y las habituales y extremas medidas de prevención. Actualmente intenta hacer un vida lo más normal posible junto a su actual pareja, que a pesar de su enfermedad, sigue a su lado incodicionalmente.