En potencia, Andalucía es un país con un enorme peso político en el conjunto del estado. Uno de los principales factores que hacen esto posible es el poblacional. Andalucía es la comunidad autónoma más poblada de España y sus 8 millones de habitantes suponen el 18% de la población total del estado. Además, su extensión de 90.000 km² la hace equiparable a la de muchos otros países europeos.
Pero seguramente el factor que más ha otorgado peso político a Andalucía en los últimos tiempos fue la lucha por la autonomía durante los años de la transición a la democracia. La unión entre andaluces, sin precedentes, hizo tambalear los cimientos de un estado que discriminó una vez más a Andalucía al negarle, esta vez, la posibilidad de la autonomía plena y del autogobierno. Tras conseguirla, el gobierno que le negaba a Andalucía sus derechos dejó de gobernar, y el partido en el poder desapareció de la escena política hasta desintegrarse.
Con estos precedentes, es fácil imaginarse a quién no le interesa que Andalucía esté unida. Hoy como ayer, el sector más centralista y pro españolista de la clase política se encarga día a día de separar a los andaluces con el objetivo de que Andalucía se ahoge en sus luchas intestinas, sea anulada su capacidad para revelarse ante cualquier injusticia y fagocitada su identidad común como pueblo.
Una Andalucía unida consciente de su potencial político, cultural y humano es el mayor enemigo del poder establecido. Si la unión de andaluces entrase en escena, el equilibrio de poder en España cambiaría, y muchos de los que ahora duermen plácidamente padecerían insomnio crónico.
"Será entonces, cuando todos los andaluces conozcan su verdadera historia y esencia; cuando logremos llegar a obtener el poder necesario para exigir el respeto a nuestra personalidad tan diferente de aquella que tratan de imponernos, y en cierta forma, la han hecho asimilar a nuestro desgraciado pueblo (...) tratando de matar previamente la nuestra." Blas Infante
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